Para qué sirve la literatura (1 de 2)
Por Simeón Arredondo
Poeta y escritor dominicano residente en España
simeonarredondo@gmail.com
Publicado el 15 de abril de 2025.
¿Para qué sirve la
literatura? Son muchas las posibles respuestas a esta pregunta.
Se puede ver el asunto a partir de quien produce la literatura;
el escritor, sin cuyo accionar no existiera la producción
literaria. Esa obra, llámese una novela, un cuento, un poema, un
ensayo, una obra de teatro, que intensamente disfrutarán
millones de personas en cantidades incalculables de lugares y de
momentos, pero que fue escrita por alguien en un lugar, en un
momento. O se puede enfocar desde el punto de vista de quien
consume la literatura, el lector; los millones de personas supra
indicados, que lo harán bajo diferentes circunstancias, con
distintos intereses y con resultados misceláneos.
Para quien la genera la literatura puede servir para transmitir
ideas y conocimientos, para informar, para denunciar, para
reclamar, para desahogarse, etc. En términos generales, es un
medio para aportar a la sociedad (la presente y la futura)
elementos aparentemente intangibles, pero que resultan
imprescindibles para la vida. En tanto que, para el lector,
sirve no sólo para deleitarse, entretenerse y relajarse, sino
también para instruirse, informarse, sensibilizarse, y muchas
cosas más.
Es a través de la literatura que la humanidad ha conocido
múltiples cosas de lugares distantes y de épocas antiquísimas.
Al igual que de hechos de su entorno y de su tiempo. Por medio
de “La Ilíada” y de “La Odisea” de Homero, entre otras fuentes,
conocemos la mitología griega. La novela “Yo, Claudio”, de
Robert Graves, nos sitúa en el contexto de la antigua Roma
poniendo al desnudo no sólo su cultura y situación política,
sino también la perversidad reinante en la sociedad bajo el
mandato de los diferentes emperadores en la medida que se iban
sucediendo.
Por su parte, en “Crimen y Castigo”, Fiódor Dostoyevski, nos
presenta la Rusia del del siglo XIX. Dando un salto a América
Latina, si quisiéramos conocer el modus operandi de las
dictaduras reinantes en El Caribe en el siglo XX, incluyendo la
forma en que se originaron, Juan Bosch nos lo sirve en su
formidable ensayo “Póker de espanto en el Caribe”. En el
celebrado poema 'Hay un país en el mundo" de Pedro Mir,
descubrimos la situación de los obreros de los ingenios
azucareros y las vicisitudes de los pobres, especialmente los
campesinos, en la República Dominicana, también durante el siglo
XX.
Del mismo modo, la forma de hablar de la gente le debe mucho a
la literatura. Se dice que los refranes son la expresión del
saber popular. Esas frases que ruedan de boca en boca, que se
conservan de generación en generación, y que son útiles para
manifestar en forma metafórica sentimientos, conocimientos,
experiencias y actitudes, muchas veces tienen su origen en obras
literarias, y en otras ocasiones éstas son el vehículo para
llevarlas de un lugar a otro, de un tiempo a otro, o para ayudar
a mantenerlas vivas.
En canciones y en crónicas de diferentes tipos encontramos
refranes y expresiones que han viajado desde y hacia varios
lugares y tiempos en las páginas impresas de distintas obras
literarias. Hoy día lo hacen a mayor velocidad por medido de los
recursos de la informática y del internet.
La expresión “poderoso caballero es Don Dinero”, usada para
referirse al poder y a las influencias de la gente rica, es el
título y uno de los versos de un poema de Francisco de Quevedo,
poeta español nacido en 1580. Para referirnos a las múltiples
interpretaciones que puede tener algo, o al poco grado de
objetividad que posee, usamos con frecuencia la frase “nada es
verdad ni es mentira, depende del color del cristal con que se
mira.” Éstos son unos versos de Ramón de Campoamor contenidos en
su poema “Las dos linternas.” Específicamente la cuarteta donde
se encuentran los versos reza de la siguiente manera:
“En este mundo traidor
nada es verdad ni es mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira”.
Resulta tan interesante, que ya existe en el habla de algunos
lugares la llamada Ley Campoamor, usada en forma de metáfora
para indicar que una persona ha interpretado algo según sus
conveniencias.
En la página 182 del libro “Cuentos morales” (1896) de Leopoldo
Alas, en el cuento titulado “Don Urbano”, se lee:
“árbol que crece torcido
tarde su tronco endereza
pues hace naturaleza
del vicio con que ha nacido,”
Y da la impresión de que la cuarteta viene de algún poema de más
atrás por la forma en que está insertada en el relato. Esta
expresión ha sido usada y manoseada, incluso con modificaciones,
por miles de personas a lo largo de muchos años, con la
intención de comunicar que cuando alguien crece con una
costumbre, creencia o hábito, es imposible o muy difícil
cambiarlo después de adulto; o que cuando se arraiga una
costumbre o forma de hacer algo en un colectivo, luego cuesta
mucho convencerle de que debe ser de otra manera.
“La raya de Pizarro”, expresión usada para referirse al límite
entre los espacios de dos bandos, por lo regular enemigos, tiene
su origen en la línea que con su espada trazó sobre la arena el
conquistador de Perú, Francisco Pizarro cuando sus hombres se
negaban a seguirlo debido a que estaban agotados y no veían
posibilidad de éxito en la aventura de seguir avanzando hacia el
Perú. Al trazar la raya, que luego se haría famosa, el
conquistador instó a que quienes no deseaban seguirle, no la
cruzaran, y que aquellos que estaban decididos a continuar con
él dieran un paso al frente atravesándola. Se dice que poco más
de diez hombres cruzaron la raya, y fueron esos los que pudieron
saborear el éxito.
La frase “a otro perro con ese hueso”, tiene su origen en la
antigua Grecia. Pero ya en los albores del siglo XVII, Miguel de
Cervantes la incluye en su célebre novela “Don Quijote de la
Mancha” (1605). Se usa para expresar dudas sobre lo que
escuchamos, o que no creemos lo que nos están diciendo. Por
igual, la expresión "a lo hecho pecho" se encuentra en la novela
"San Manuel bueno, mártir" (1931), de Miguel de Unamuno.
Acudimos a ella para indicar que se debe asumir la
responsabilidad de lo hecho, o enfrentar las consecuencias de
una acción anterior.
La expresión
“lágrimas de cocodrilo” es ampliamente usada para significar que
alguien está llorando o lamentándose de algo de manera
hipócrita. Ello debido a que los cocodrilos emiten unas
secreciones por los ojos mientras se comen a sus presas, y antes
se creía que era por pena. Pero en vista de que se ha demostrado
científicamente que sus lágrimas no guardan relación con la pena
que pudieran sentir por comerse a sus víctimas, y que se trata
de un fenómeno relacionado con la digestión, se ha abandonado la
antigua creencia y se ha acuñado la frase en forma metafórica,
la cual aparece en la tragedia “Otelo: el moro de Venecia”
(1603) de William Shakespeare. Por igual, en el poema “¿Elegía o
parábola?” que Mateo Morrison dedica a la joven Sagrario Díaz
Santiago, asesinada en medio de una protesta estudiantil, se
leen los siguientes versos:
“Hicieron varias balas en palacio y arriaron con tambores la
vida
de una joven y las lágrimas no fueron mayores que la ira
y los hombres y mujeres y los niños y niñas de campos y ciudades
lanzaron majestuosas protestas agrietando las paredes.
Entonces dijeron condolerse los malvados
y tomaron lágrimas prestadas a los cocodrilos
y sin embargo, a nadie confundieron”.
En la obra “Hamlet”, también de Shakespeare, el personaje
Polonio usa la frase “mucho ruido y pocas nueces”, adaptada en
algunos lugares como “mucha espuma y poco chocolate”, que se
refiere a la presencia de muchas palabras o charlas sin hecho o
resultado concreto, lo que es lo mismo que decir, mucho
aparentar y poco ser. Por otro lado, es por una obra de teatro
de Lope de Vega que se difunde el refrán “ser como el perro del
hortelano, que ni come ni deja comer”, la cual se aplica a
aquellas personas que no hacen algo considerado importante o
necesario, pero que a su vez impiden que alguien más lo realice,
tal como hacía, según la leyenda, el perro del hortelano al
custodiar las hortalizas, puesto que él no las comía por los
hábitos alimenticios de los canes.
Además de difundir y poner en valor refranes, frases y
expresiones que diversifican el lenguaje, enriquecen el idioma y
propagan la cultura, la literatura también amplía la forma de
comunicarse los seres humanos mediante la introducción de
elementos lingüísticos que los pueblos adoptan tomados de
personajes, títulos de obras, etc. cuyas características se
prestan para definir personas, situaciones o acontecimientos.
Así oímos hablar de ideas o acciones quijotescas, en referencia
a algo sin mucho fundamento o excesivamente idealista. O
escuchamos decir “eso era la crónica de una muerte anunciada”,
significando que lo ocurrido se veía venir, o que existía la
fuerte percepción, o la seguridad de que ocurriría. El primer
caso, por alusión al Quijote de Cervantes, y el segundo a la
novela homónima de Gabriel García Márquez.
Con sus variaciones, abundan también las frases como "mi
Dulcinea", "mi Romeo", "mi Julieta", "mi Cirineo", originadas en
personajes de obras literarias. O "quemar las naves", en
referencia a la famosa hazaña de Alejandro Magno, o “cruzar el
Rubicón", en alusión a la de Julio César, quien a su vez se dice
que es el autor de la también conocida oración “la suerte está
echada”, pronunciada precisamente al momento de decidir cruzar
el emblemático río al frente de su ejército, y queriéndoles
decir con la última frase a sus integrantes, que no había marcha
atrás. Estos tres enunciados se encuentran presentes en una
cantidad importante de textos, y son ampliamente usadas por
personas de diferentes estratos sociales.